El planeta es el escenario de transformaciones profundas y estas son impulsadas por las crisis del capitalismo, por la crisis ambiental y las nuevas correlaciones de fuerza que configuran el mundo actual.
Libia es el país cuyo pueblo tiene el más alto nivel de vida de África, cuyo jefe de Estado, Muammar el Gadafi, ha gobernado al país por varias décadas, y ha sabido emplear las riquezas naturales en beneficio de las y los libios. Elevó el papel de la mujer en la sociedad, las abrió el camino a las universidades, supo aprovechar que Libia es dueño del segundo acuífero del mundo, situado entre las fronteras de Sudán y El Chad, bajo las arenas del desierto, para construir un canal que lleva esa agua hasta la costa del Mar Mediterráneo, en la zona de Benghazi. Desde ahí vendía agua a Egipto. Hizo de su enorme litoral una franja verde de cerca de 200 kilómetros donde se ubican las ciudades libias, desde la frontera con Túnez hasta la frontera con Egipto.
Hay que saber que se trata de un país con una extensión de más de 1,800.000 kilómetros cuadrados, cubierto por el inmenso desierto de Libia y con un poco mas de 7 u 8 millones de habitantes.
Gaddafi usó su poder económico para ejecutar una política internacional suelta de las ataduras imperiales, tanto en relación a la unificación de África como en relación a los movimientos de liberación y, conviene decirlo, esto lo llevó a confrontar con las potencias occidentales y con los brutales regímenes dictatoriales árabes.
El ejercicio de poder en Libia se basa en las diferentes tribus y clanes que son posibles dada la extensión del territorio y la reducida población.
La profunda crisis económica de los Estados Unidos expresa una derrota de la teoría económica que sostiene a este imperio, y no se trata simplemente de una sociedad que gasta más de lo que gana; por el contrario, la falla de la lógica económica capitalista conjuga la enfermedad del mercado con los problemas de las mercancías. El punto es que en la lógica capitalista, las cosas producidas deben durar lo menos posible, pero deben producirse cantidades mayores de bienes para el mercado y esto exige una mayor expoliación de los recursos de la naturaleza. Pero ocurre que estos recursos, llamados naturales, resultan cada vez más escasos, mientras la naturaleza le pasa la cuenta a toda la humanidad, con fenómenos como el calentamiento global.
Al mismo tiempo, la lógica del desarrollo tecnológico choca con la lógica de la economía capitalista porque el ritmo de la innovación tecnológica resulta mayor en varias veces al del ritmo de la inversión y el retorno de la ganancia.
Ya se había advertido que el desarrollo capitalista llevaría a la crisis al planeta tierra y al ser humano, y este es el momento en que estos y otros factores danzan en la realidad del planeta y de los seres humanos, y el capitalismo aparece y parece atrapado en sus propias redes.
En esta crisis se escribe el fin del dominio del dólar como moneda universal y este es también el fin de la hegemonía estadounidense. La crisis imparable de las economías europeas y el quiebre de la lógica de los mercados planetarios nos dicen que se abre un nuevo momento de la hegemonía mundial, en donde el imperio estadounidense cederá su lugar a un nuevo centro de poder hegemónico y occidente también cederá su lugar al oriente, como nuevo sujeto decisorio en el mundo actual.
Puestas así las cosas, resulta claro que Occidente (Estados Unidos, Canadá, Europa, Australia y Nueva Zelanda) se disponga a apropiarse por la fuerza de los recursos naturales que no controlan y que necesita dramáticamente para su supremacía. Hay que saber que el agua, el petróleo, gas natural y ahora las “tierras raras” son recursos que no están situados en el mundo occidental y lo están en otras regiones y países que antes se llamaban “tercer mundo”, o “subdesarrollados” o “en vías de desarrollo”.
En este mundo de despeñadero del dólar, también se agota el poder de manipulación de centros como el Banco Mundial y el FMI, porque serán muy escasos los países con gobiernos que todavía consideran a los técnicos de estos entes como los sumos sacerdotes de la economía. En todo caso, con el aparecimiento de nuevas monedas internacionales que compitan o sustituyan al dólar se abre paso la política de desconexión de la lógica económica occidental para conectarse a una nueva lógica de defensa y salvaguarda de los recursos naturales, de las economías y de las políticas de la parte del mundo, desconectada o en proceso de hacerlo, de una lógica económica quebrantada.
Occidente ha decidido lanzarse al pillaje y a la rapiña más descarada, tras la presa de los recursos naturales, porque necesitando petróleo, agua, gas natural y otros minerales estratégicos, y sabiendo que estos recursos están en suelos ajenas y en países soberanos e independientes, Occidente requiere enterrar principios del derecho internacional como la soberanía y la autodeterminación, que son ahora estorbo para los intereses occidentales.
Las Naciones Unidas, su secretario general y su consejo de seguridad, se han convertido en simples instrumentos de este pillaje, con la función de darle a la agresión descarada, al robo más abierto, y a la intromisión sin máscara, toda la legalidad que un ilícito internacional pueda requerir. En el caso de Libia, Estados Unidos y Occidente van tras el agua y el petróleo, ambos recursos de altísima calidad, amén de otras riquezas que el territorio libio posea. Para eso convierten a Gadafi en un dictador que atenaza al pueblo libio, y así, asómbrese, en nombre del pueblo libio, se desata una agresión legalizada. Inglaterra y Francia como brutales potencias coloniales encabezan la agresión, y socios comerciales permanentes como el gobierno italiano, apoyan la agresión, se roban dinero libio depositado en bancos internacionales, se organiza, nutre y se arma a fuerzas opositoras al régimen libio, y cuando está claro que en Libia se desarrolla una guerra civil, Estados Unidos y sus aliados, organizan al bando contra Gadafi, en abierta violación a todo principio de derecho internacional. Los bombardeos de la OTAN sobre Trípoli y el respaldo militar a los opositores, expresa también todo el cinismo y desprecio de Occidente a todo principio de convivencia que no sea aquel que salvaguarde sus intereses.
La guerra civil de los clanes libios se desarrolla ahora en Trípoli y todo hacer prever que se avecina una larga guerra de resistencia contra las fuerzas y las armas de Occidente en Libia. El norte de África y el mundo árabe son el escenario en donde se lee con abundante claridad que viene un momento planetario plagado de confrontación, de incertidumbre cierta y de certidumbre incierta. Es la hora de los pueblos y de la defensa de la soberanía, de los seres humanos, de una nueva economía, de la desconexión y de los derechos de la naturaleza.
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